La mejor actitud que podemos tomar es dejar que el Señor condúcenos por la mano, pues de Él viene toda bendición para libertar del maligno y restaurar. El Señor nos hará firmes, fuertes y seguros.
“Humillaos, pues, sobre la poderosa mano de Dios, para que, en la hora oportuna, Él lo exalta. Entrega a él toda la preocupación, pues El es quien cuida de vosotros” (1Pedro 5,6-7)
Seamos sobrios y vigilantes para nunca olvidarnos de los sufrimientos de Cristo y de todas sus promesas. Pidamos siempre la fuerza del Espíritu Santo, al final de que no perdamos la fidelidad en el Padre.
Saludos
Geraldo Garcia